Desde el auge de la informática, en la segunda mitad del siglo XX, los datos han adquirido gran relevancia en instituciones de cierta dimensión. El ritmo de generación de datos mantiene un crecimiento exponencial desde hace varias décadas
En este “paradigma del dato”, la recolección y almacenamiento de los mismos, en sí misma, no tiene sentido alguno si con posterioridad no van a ser explotados. Para conseguir una explotación más efectiva, el almacenamiento de los datos ha de realizarse en un repositorio único, evitando la redundancia y facilitando el establecimiento de relaciones entre los mismos. Además, con ello se facilita su empleo par parte de todo el personal de la organización.
Datos e Investigación Operativa
La Investigación Operativa emplea como herramienta fundamental de trabajo los modelos matemáticos. A partir de ellos, el investigador operativo crea un modelo del sistema a optimizar con herramientas matemáticas, como ecuaciones, relaciones, etc.
Sin embargo, estos modelos, en su mayoría, no dejan de ser estructuras vacías, incapaces por sí mismas de proporcionar resultados. Para que estos resultados se produzcan, es necesario alimentarlos con los datos reales del sistema. Será a partir de este momento, en el que se aplican estos datos al modelo, cuando se obtengan resultados. Por ello, los investigadores operativos realizan, entre sus tareas habituales, análisis de los datos que se emplean en sus modelos, así como de los que se obtienen tras su aplicación.
Existe una simbiosis perfecta entre la investigación operativa y otras áreas como la estadística, minería de datos, big data, inteligencia artificial, etc.
Datos y aplicaciones de la Investigación Operativa
Por lo tanto, una de las condiciones que han de verificar los sistemas a optimizar mediante técnicas de investigación operativa, es que han estar regidos por magnitudes cuantitativas y, además, un repositorio de datos históricos que permitan asignar valores a estas magnitudes a lo largo de un periodo de tiempo suficiente.
